miércoles, 22 de septiembre de 2010

Mi dulce trovador...

"Sin paz, sin amor
respirando pánico al azar...
sin llevar el as de ganar,
viviendo sueños sin poder soñar.
Voy cayendo lentamente
y en tus brazos quedo atrapado
como cadenas que atan al esclavo
quedo unido a la soledad, sin alivio.
Y aquí estoy, llorando mi muerte
viendo mi vieja vida simplemente
en silencio constante...
esperando a que llegue mi ángel de la muerte,
para que libere mi mente
mis sentidos, mi yo más inherente,
siento el calor de sus manos acariciándome
llevándome más allá de donde mis ojos pueden ver.
Llevándome al Limbo
al lugar de las almas en pena,
al rincón de las lágrimas,
y ahí es donde quiero morir...
Solo y en silencio,
queriendo gritar su nombre,
pero nada sale, nada queda;
solo y en silencio, sin poder volver..."
Podía escuchar sus lamentos, los lamentos de aquel trovador que en silencio me llamaban...Plasmaba en palabras todo cuanto sentía, todo cuanto en su mente se arremolinaba en inciertos pensamientos... Me llamaba y yo escuchaba su pesar. Sentía su dolor.
Llegué a su lado. Como una sombra plateada, le rodeé.
Me fijé en sus manos, descuidadas y sucias por la tinta. Escribían, temblorosas, versos para mí...
Él lloraba, y mi corazón, antaño muerto, le respondía llorando con él.
No podría hacerlo... No sería capaz... Esta vez no...
Suspiré y pareció que el poeta pudo sentirlo, pues levantó la vista de sus versos. Sonreí con dulzura al comprobar que él también sonreía:
-Has venido, mi amada... Has venido a por mí... a llevarme contigo.
Se levantó de la desvencijada silla y me buscó por la oscura estancia, a duras penas iluminada con la trémula luz de las velas. No me veía, pero sabía que había ido a verle...
Me acerqué a él y acaricié con mi mano su rostro. Se detuvo en el sitio, me sentía.
-Por favor...-me suplicó.
Con una profunda amargura deslicé mi mano suavemente hasta su pecho, a la altura de su corazón. Su último latido resonó en mi cabeza como un ruido ensordecedor. Lloré mientras veía cómo su cuerpo se venía abajo...
Sentí a mi espalda un suspiro. Sonreí esperanzada y ahí le vi. Tan radiante... Me miraba a los ojos y con una sonrisa, me susurró:
-Eres un sueño, un imposible, vano fantasma de niebla y luz...incorpórea, intangible...¿Por qué no puedes amarme?
.....

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